El tacto es una facultad altamente desarrollada en los Osteópatas, tanto como en los invidentes. Tal facultad se afina día a día.
En nuestra practica logramos sintetizar, a partir de sensaciones procedentes de la sensibilidad profunda, percepciones originales de nuestras particulares “antenas”.
Así podemos describir y advertir ínfimos movimientos y modificaciones de los tejidos. Esta facultad nos permite sentir y corregir “lesiones” especialmente sutiles.
Esta capacidad nos permite usar la “mano-diagnóstico” para advertir la mas mínima variación de movilidad de un tejido, un fascia, una articulación, una vertebra o de flujos térmicos en relación a una disfunción o lesión estructural en el órgano. Tambien nos hace sentir la motilidad de un organo o los mas pequeños movimientos de los huesos del craneo.
Esta mano se vuelve “mano-terapia” cuando se moviliza de forma sutil una estructura en el sentido de la facilitación o restricción depende el caso. Estas percepciones son la síntesis de la numerosas sensaciones recibidas por la mano.
No debemos olvidar o menospreciar al sentido del tacto, así como un músico agudiza tanto su oído para poder tocar un instrumento, o un enólogo lo hace con su paladar y olfato, para poder decirnos de que región, año, o uva es tal o cual vino, el osteópata agudiza su tacto al mismo nivel.